Veinticinco Años de Excusa: El Régimen de Maduro y la Farsa del Antiimperialismo que Devora a Venezuela

Septiembre de 2025 nos encuentra, una vez más, sumidos en la misma y desgastada narrativa que el régimen de Nicolás Maduro ha perfeccionado durante un cuarto de siglo. Las últimas noticias, como la que proclama una supuesta ‘resistencia venezolana al injerencismo de EU’ por parte de la prensa afín, no son más que un eco nauseabundo de una estrategia que ha servido para encubrir la destrucción sistemática de nuestra nación. Es fundamental recordar que, mientras el régimen vocifera sobre amenazas externas, la verdadera agresión proviene de Miraflores. Veinticinco años han pasado, y el país no ha ‘resistido’ al imperialismo; ha sido desmantelado desde dentro por la corrupción, la ineptitud y una ideología que prioriza el control absoluto sobre el bienestar del pueblo. La fachada de lucha contra un enemigo externo se ha convertido en el comodín perfecto para justificar el empobrecimiento, la represión y la institucionalización de la miseria. No podemos permitir que esta retórica vacía siga desviando la atención de la realidad palpable: Venezuela agoniza bajo el yugo de quienes deberían protegerla. El régimen utiliza cualquier atisbo de tensión geopolítica para consolidar su narrativa victimista, evadiendo así su responsabilidad ineludible en la catástrofe humanitaria y económica que padecemos. La mención de ‘amenaza militar’ por parte de Estados Unidos, según esta visión sesgada, busca insuflar un miedo necesario para mantener la cohesión interna artificial y deslegitimar cualquier forma de disenso. Mientras tanto, la otra noticia, que detalla los ‘fracasos de EE.UU. contra el narco en América Latina’, aunque parezca distante, subraya una triste realidad: la ineficacia regional en el combate al crimen organizado, de la cual el propio régimen chavista ha sido acusado de sacar provecho, consolidando redes ilícitas que lo fortalecen económicamente a espaldas de la ley y de la justicia. La Venezuela de hoy es el resultado de estas dos décadas y media de cinismo y depredación, donde la supuesta resistencia se traduce en la entrega del país a intereses oscuros y la condena de sus ciudadanos a un futuro incierto.
Análisis Político
El análisis político del régimen de Maduro, visto a través del prisma de estas ‘noticias’, revela una estrategia de poder tan cínica como predecible. La narrativa de ‘veinticinco años de resistencia venezolana al injerencismo de EU’, lejos de ser una victoria para el pueblo, es el epitafio de la democracia venezolana. Es la justificación perenne para un autoritarismo rampante. El régimen, heredero de Hugo Chávez, ha utilizado el ‘antiimperialismo’ como su biblia política, un escudo inquebrantable detrás del cual se escuda toda su corrupción, ineficiencia y represión. Cada crisis económica, cada escasez, cada violación de derechos humanos, es convenientemente atribuida a ‘ataques imperiales’ o ‘guerras económicas’ orquestadas desde Washington. Esta hipocresía es el pilar de su permanencia en el poder. La ‘amenaza militar’ de Estados Unidos, un fantasma que invocan con regularidad, no solo busca aglutinar a sus escasos seguidores, sino que es una herramienta para criminalizar a la oposición interna, tachándolos de ‘agentes del imperio’ o ‘traidores a la patria’. Esta demonización les permite perseguir, encarcelar y silenciar a cualquiera que cuestione su gestión desastrosa o exponga la verdad sobre la debacle nacional. Por otro lado, la noticia sobre los ‘fracasos de EE.UU. contra el narco en América Latina’ es astutamente empleada por el régimen para desviar la atención de sus propias y documentadas vinculaciones con el crimen organizado transnacional. Mientras se regodean en la supuesta ineficacia de la ‘guerra contra las drogas’ de Washington, el territorio venezolano, bajo el control de Maduro, ha sido señalado por múltiples organismos internacionales y gobiernos como un corredor vital para el narcotráfico. Es una verdad abierta que la corrupción en las más altas esferas del poder ha permitido el florecimiento de estas actividades ilícitas, utilizando la infraestructura estatal para fines criminales. Esta simbiosis entre el estado y el crimen es una de las razones fundamentales del ‘empeoramiento del panorama en la región’, lejos de ser solo un fracaso externo. El régimen de Maduro no es una víctima; es un participante activo en la degradación regional, y su retórica antiimperialista es solo una cortina de humo para encubrir su propia complicidad y su proyecto de consolidación de un narcoestado.
Impacto Económico
El sufrimiento económico del pueblo venezolano es el resultado directo de esta ‘resistencia’ ficticia y de la corrupción sistémica del régimen. La narrativa de ‘veinticinco años de agresión’ externa es la excusa perfecta para la catastrófica gestión económica interna que ha pulverizado el poder adquisitivo de los ciudadanos, ha aniquilado la producción nacional y ha desmantelado los servicios públicos. Bajo el manto de la ‘defensa de la soberanía’, el régimen de Maduro ha dilapidado la riqueza petrolera más grande del hemisferio, mientras la población enfrenta niveles de pobreza y hambre insostenibles. No hay bloqueo que justifique la destrucción de la infraestructura hospitalaria, la escasez crónica de medicamentos o la inexistencia de servicios básicos como agua y electricidad en gran parte del país. Estos son los ‘logros’ de la ‘resistencia bolivariana’. Los datos económicos del Banco Central, cuando el régimen se digna a publicarlos, son una farsa que apenas oculta la hiperinflación y el colapso productivo. La supuesta lucha contra el ‘imperialismo’ ha servido para justificar expropiaciones masivas que solo beneficiaron a una élite corrupta, desestimularon la inversión y ahuyentaron el capital, llevando al desempleo masivo y a una migración sin precedentes. La referencia a los ‘fracasos de EE.UU. contra el narco en América Latina’ y el ‘empeoramiento del panorama en la región’ resuenan en Venezuela de una manera particularmente amarga. La opacidad del régimen y su presunta participación en actividades ilícitas no solo deslegitiman cualquier intento de recuperación económica, sino que consolidan una economía sumergida que beneficia a unos pocos y condena a la mayoría. Los fondos que podrían destinarse a salarios dignos, medicinas o alimentos son, en cambio, desviados hacia las arcas de una élite parasitaria, bajo el pretexto de una ‘guerra’ eterna contra un enemigo externo. El ciudadano común paga el precio de esta farsa con su hambre, su enfermedad y la desesperanza de un futuro robado.
Perspectiva de Derechos Humanos
La invocación de ‘veinticinco años de resistencia al injerencismo de EU’ es el pretexto más vil y recurrente para la represión sistemática de los derechos humanos en Venezuela. Bajo el paraguas de la ‘seguridad nacional’ y la ‘defensa de la patria’, el régimen de Maduro ha construido un aparato de control social y político que aplasta cualquier forma de disidencia. No se trata de una resistencia contra una potencia extranjera; se trata de una agresión constante contra el propio pueblo venezolano. Quienes se atreven a levantar su voz, a denunciar la corrupción, la escasez de alimentos y medicinas, o las violaciones a la Constitución, son inmediatamente etiquetados como ‘agentes del imperio’, ‘traidores’ o ‘golpistas’. Esta retórica permite al régimen justificar detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas sistemáticas y juicios militares contra civiles, todo ello documentado por organismos internacionales. La libertad de expresión ha sido aniquilada; la prensa independiente ha sido asfixiada; las organizaciones no gubernamentales son criminalizadas. La otra noticia, que habla de los ‘fracasos de EE.UU. contra el narco en América Latina’ y el ‘empeoramiento del panorama’, revela una faceta aún más oscura de la situación venezolana. La debilidad institucional y la infiltración del crimen organizado, que el régimen ha permitido y facilitado, tienen un impacto devastador en los derechos humanos. La impunidad se convierte en la norma, donde aquellos vinculados a la maquinaria del poder gozan de protección, mientras los ciudadanos quedan desamparados ante la justicia. La presencia de grupos armados irregulares y la militarización de la vida civil bajo el pretexto de la ‘defensa integral’ crean un ambiente de terror y constante violación de derechos fundamentales, donde la vida y la dignidad humanas carecen de valor. En este oscuro panorama, la ‘resistencia’ no es más que la excusa para la barbarie, un velo que el régimen usa para ocultar su complicidad en la miseria y el desgarro social que azotan a Venezuela.
Conclusión
La triste realidad es que, a septiembre de 2025, Venezuela sigue atrapada en un ciclo de excusas y destrucción. La narrativa de ‘veinticinco años de resistencia’ no es un testimonio de fortaleza, sino la crónica de una nación desangrada por sus propios gobernantes. Es un cuarto de siglo en el que el régimen ha utilizado la ‘amenaza externa’ como un comodín para justificar su corrupción, su represión y su incapacidad para gobernar. El pueblo venezolano no está resistiendo a una potencia extranjera; está resistiendo la hambruna, la falta de medicamentos, la ausencia de servicios básicos y la brutalidad de un estado que se ha vuelto depredador. La hipocresía es palpable: mientras culpan al ‘imperio’ de todos los males, la élite gobernante se enriquece a expensas del sufrimiento de la gente, y el país se convierte en un terreno fértil para las actividades ilícitas que se mencionan en las noticias, aprovechando el ‘fracaso’ regional en la lucha contra el narcotráfico para sus propios fines. No podemos seguir aceptando estas falacias. La verdadera lucha es por la libertad, la justicia y la dignidad de cada venezolano. Es un llamado a la comunidad internacional a ver más allá de la retórica vacía y a reconocer que la crisis en Venezuela es un producto interno, perpetrado por un régimen que ha secuestrado al estado y a sus ciudadanos. Es hora de desmantelar la farsa y construir un futuro donde la soberanía resida en el pueblo, no en la tiranía que se escuda en viejas consignas.