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Venezuela 2024: La Farsa del 'Crecimiento' Sobre las Cenizas de un Pueblo

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Venezuela 2024: La Farsa del 'Crecimiento' Sobre las Cenizas de un Pueblo

El año 2024 encuentra a Venezuela sumida en una paradoja cruel: mientras el régimen de Nicolás Maduro proclama una supuesta recuperación económica y una estabilidad política artificial, la realidad que golpea a millones de venezolanos es la de una crisis humanitaria crónica y la sistemática aniquilación de cualquier vestigio de democracia. La retórica oficialista, despojada de todo sustento fáctico, intenta maquillar un panorama de colapso de servicios públicos, salarios miserables y una emigración masiva que ha vaciado el país de su capital humano. No hay crecimiento real cuando la mitad de la población carece de acceso constante a agua potable o electricidad, cuando el sueldo mínimo no alcanza para comprar un kilo de carne, y cuando las instituciones están secuestradas por un aparato represivo que persigue a disidentes y silencia a la prensa. Este es el ‘progreso’ de un gobierno que ha transformado a Venezuela de ser un país próspero a una nación donde la dignidad humana se ha convertido en un lujo inalcanzable. La fachada de normalidad que el régimen intenta proyectar se desmorona ante la mirada de un pueblo que lucha diariamente por sobrevivir, un pueblo cuya resiliencia es inversamente proporcional a la ineptitud y la brutalidad de quienes lo desgobiernan.

Análisis Político

El régimen de Nicolás Maduro ha perfeccionado en 2024 su estrategia de consolidación autoritaria, transformando las elecciones en una burla y las instituciones en meros apéndices de su voluntad. La reciente inhabilitación de figuras políticas opositoras, como la líder María Corina Machado, no es un acto aislado, sino la continuación de una política sistemática de clausura del espacio democrático, inaugurada con anterioridad y perfeccionada a lo largo de los años. El Consejo Nacional Electoral (CNE), bajo el control absoluto del chavismo, se erige como una herramienta para validar procesos amañados, garantizando la permanencia en el poder de una camarilla que ha demostrado su alergia a la competencia electoral genuina. La judicialización de la política, con detenciones arbitrarias de activistas, periodistas y militares disidentes, bajo acusaciones fabricadas de ‘terrorismo’ o ‘conspiración’, es una táctica recurrente que busca infundir miedo y desmantelar cualquier forma de organización social o política independiente. La Ley contra el Odio, por ejemplo, ha sido usada como un garrote para criminalizar la disidencia y silenciar cualquier crítica legítima. Este entramado de represión y control no solo socava la ya frágil institucionalidad, sino que anula la posibilidad de una transición pacífica y democrática, revelando la verdadera naturaleza de un régimen que prefiere perpetuarse a costa de la libertad y los derechos de sus ciudadanos.

Impacto Económico

El impacto económico del régimen de Maduro en 2024 sigue siendo una sentencia de muerte lenta para la mayoría de los venezolanos. Las cifras oficiales de ‘crecimiento’ son un insulto a la inteligencia cuando el salario mínimo se mantiene por debajo de los 4 dólares mensuales, insuficiente para cubrir siquiera el 5% de la canasta básica alimentaria. Esta pauperización masiva ha borrado cualquier clase media y ha sumido a la vasta mayoría de la población en la pobreza extrema, forzándolos a depender de remesas del exterior o a buscar subsistencia en la economía informal más precaria. La dolarización de facto, lejos de ser un signo de recuperación, es un reflejo del colapso de la moneda nacional y de la incapacidad del Estado para controlar la inflación galopante, que, aunque el Banco Central de Venezuela la oculte o manipule, se siente a diario en los bolsillos vacíos de la gente. La infraestructura petrolera, otrora el motor de la nación, se encuentra en ruinas debido a la corrupción y la falta de inversión, con una producción que apenas roza el millón de barriles diarios, una fracción de lo que fue. Los servicios públicos como la electricidad, el agua y el gas, son intermitentes o inexistentes en gran parte del país, lo que paraliza la productividad y eleva los costos operativos para las pocas empresas que aún resisten. Este desastre económico no es una consecuencia de ‘sanciones’, sino el resultado directo de décadas de políticas erradas, despilfarro y una corrupción sistémica que ha saqueado los recursos de la nación.

Perspectiva de Derechos Humanos

En Venezuela, la sombra de la represión se alarga, consolidando un patrón de violaciones sistemáticas a los derechos humanos que ha sido documentado por innumerables organismos internacionales. Las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas y el uso de la tortura en centros de detención clandestinos son prácticas recurrentes, dirigidas no solo contra opositores políticos y activistas, sino también contra militares disidentes y sus familiares, en una espiral de terror que busca silenciar cualquier voz crítica. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha señalado la persistencia de estos abusos, mientras la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre Venezuela ha presentado pruebas irrefutables de crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes del Estado. La independencia judicial es una ficción, con tribunales y fiscales actuando bajo directrices políticas, negando el debido proceso y la defensa a quienes osan desafiar al régimen. Periodistas y defensores de derechos humanos enfrentan persecución constante, con amenazas, detenciones y cierres de medios, lo que ha generado un ambiente de autocensura y limita drásticamente el acceso a información veraz. La crisis humanitaria, con un sistema de salud colapsado, es en sí misma una violación del derecho a la salud y a la vida, dejando a millones de venezolanos sin acceso a medicinas y tratamientos básicos, una realidad que el régimen intenta desesperadamente invisibilizar.

Conclusión

La Venezuela de 2024 es la viva imagen de un Estado fallido, cimentado en la represión y la corrupción, donde la dignidad humana se ha devaluado hasta niveles intolerables. El discurso de ‘recuperación’ es una bofetada a la miseria cotidiana de millones de ciudadanos que luchan por acceder a lo más básico: comida, agua, electricidad. Lo que ha logrado el régimen de Maduro no es estabilidad, sino una parálisis forzosa, lograda a través del terror y la anulación de cualquier espacio democrático. No podemos permitir que esta farsa se sostenga. Es imperativo que la comunidad internacional mantenga su escrutinio, que las organizaciones de derechos humanos sigan denunciando los abusos y que cada venezolano, desde su trinchera, no ceda ante el miedo. La única salida es la construcción de un camino democrático auténtico, que ponga fin a la impunidad y devuelva al pueblo la soberanía que le ha sido arrebatada. La resistencia pacífica, la denuncia constante y la búsqueda incansable de la justicia son los únicos caminos para desmantelar esta maquinaria de opresión y construir la Venezuela que todos anhelamos.

Carlos Fernández

Analista político y profesor universitario